El enamoramiento: Neurobiología del amor

¿Que sucede cuándo nos enamoramos?

 Antonio Damasio (1994) en su obra “El error de Descartes” afirma que existen en nuestro cuerpo y cerebro “pociones” capaces de forzar en nosotros comportamientos que sólo podemos suprimir mediante un fuerte tesón. La clave química está en la oxitocina, también llamada hormona del apego, que influye en el establecimiento de vínculos afectivos.

 

La oxitocina. La hormona del amor

Cuando nos enamoramos un flujo de oxitocina baña el cerebro y condiciona parcialmente el funcionamiento del resto del sistema nervioso. En el caso de los mamíferos, incluidos el ser humano, se fabrica tanto en el cerebro (núcleos supraóptico y parvoventral del hipotálamo) como en el cuerpo (ovarios y testículos). Puede ser liberada por el cerebro con el fin de participar en la interposición de hormonas, en la regulación del metabolismo o bien puede ser liberada por el cuerpo durante el parto (provocando que en la madre y en las crías el deseo de estar juntas), la estimulación sexual, el orgasmo.

La oxitocina generada en el cerebro influye sobre una gama completa de comportamientos de acicalamiento, locomoción, conductas sexuales y maternales. Lo más importante es que facilita las interacciones sociales e induce al establecimiento de vínculos entre parejas.

La oxitocina es la hormona causante de la necesidad de estar junto al ser amado. Muchas de las locuras de amor se deben a esta hormona.

 

Estructura cerebrales implicadas en el proceso

A la neurobiología del sexo podemos añadir ahora los inicios de la biología de la fidelidad y pertrechados con ambas iluminar un poco más este complejo conjunto de estados y comportamientos mentales que llamamos amor. Lo que funciona aquí es la disposición de circuitos ampliamente recurrentes, un conjunto de bucles de anteacción y retroacción en los que algunos de los bucles son puramente químicos. Lo que quizá sea más significativo acerca de esta disposición es el hecho de que las estructuras cerebrales implicadas en la regulación biológica básica forman parte también de la regulación del comportamiento y son indispensables para la adquisición y funcionamiento normal de los procesos cognitivos. El hipotálamo, el bulbo raquídeo y el sistema límbico intervienen en la regulación corporal y en todos los procesos neurales sobre los que se basan los fenómenos mentales como la percepción, el aprendizaje, la emoción y el sentimiento, el razonamiento y la creatividad.

Una de las aproximaciones al estudio de la emoción es la basada en las dos dimensiones de valencia y activación que iguala activación afectiva con activación fisiológica que es la primera vía a través de la cual las emociones pueden influir en la salud (Krantz, Glass, Contrada y Millar, 1981).

 

Los procesos cerebrales del amor

Se han encontrado correlaciones importantes entre los niveles de hormonas como la serotonina, la dopamina y la oxitocina y los estados amorosos (atracción sexual, enamoramiento y amor estable). La neurobiología está avanzando una definición tripartita del amor, en que se diferenciarían tres procesos cerebrales distintos, pero interconectados, y cada uno de ellos regulado hormonalmente:

El impulso sexual indiscriminado o grado de excitación sexual para la búsqueda de pareja, regulado por la testosterona y detectable neurológicamente en el córtex cingulado anterior; de breve duración.

La atracción sexual selectiva, pasión amorosa o enamoramiento; regulada por la dopamina en los circuitos cerebrales del placer; inusualmente prolongado frente a otras especies (hasta 18 meses).

El cariño apego, lazo afectivo de larga duración que permite la continuidad del vínculo entre la pareja, regulado por la oxitocina y la vasopresina, que también afectan al circuito cerebral del placer; su duración es indeterminada (puede prolongarse toda la vida).

 

El efecto de las emociones

(Fredrickson y Levenson, 1998; Fredrickson, Mancuso, Branigan y Tugade, 2000) plantean dos hipótesis: En primer lugar observan en sus investigaciones que las emociones positivas tienen la capacidad de regular la aceleración cardiovascular que se produce tras una emoción negativa, favoreciendo una recuperación más rápida del la actividad del sistema nervioso autónomo. Se ha visto que un efecto dañino de la activación cardiovascular sostenida con las emociones negativas podría ser acumulativo, y podría ocurrir que la función de las emociones positivas para proporcionar una interrupción momentánea en ese proceso patológico hiciera que se retardase la progresión incremental hacia la enfermedad.

La investigación apoya la noción de que la ausencia crónica de afecto positivo está relacionada con deficiencia inmune. Las personas que están felizmente casadas tienen sistemas inmunológicos más fuertes y competentes, que aquéllas que tienen matrimonios conflictivos (Kiecolt-Glaser J, Fisher L, Ogrocki P et al, 1987).

 

El humor y el afecto

El déficit prolongado de humor positivo, síntomas de tristeza y depresión, están asociados con una disminución en la producción de linfocitos (McGuire,Kiecolt-Glaser y Glaser, 2002).

El afecto positivo se ha demostrado que está asociado a la liberación de secreción de inmunoglobulina A, por lo que el humor positivo podría aumentar la respuesta del sistema inmunológico (Stone, Cox, Valdimarsdottir, Jandorf y Neale, 1987).

La presencia de un cónyuge protege contra los problemas de la vejez y prolonga la vida, como se demostró por un metaanálisis de numerosos estudios con un combinado total de 250.000 participantes (Manzoli y cols., 2007). Más que en los años de juventud, los adultos casados son más sanos, ricos y felices que otras personas de su edad que no están casadas.

 

La dopamina como principal neurotransmisor

Ya hemos mencionado que otro neurotransmisor implicado en la experiencia amorosa es la dopamina. Esta sustancia potencia la actividad del cerebro interno (hipotálamo, septum) que es la zona del cerebro donde se procesan las emociones y rebaja la preponderancia de la corteza cerebral que es donde se procesa el pensamiento racional. ¿Qué sucede? Pues que durante el período de dos o tres meses de enamoramiento intenso la conducta está más determinada por las emociones que por la razón. El orden de los valores se trastoca y las prioridades “rompen filas” de modo que importa menos el aprobado en matemáticas que hacer manitas, menos una subida de sueldo que una declaración de amor de la persona deseada. La verdad es que uno es mucho más feliz que nunca, los problemas se hacen más pequeños y todo referente a la relación amorosa adquiere dimensiones enormes. Todo ello debido a la dopamina, por ella las penas se diluyen, los complejos desaparecen, y los enamorados se sienten guapos, buenos y fuertes. Además no se dan cuenta de que eso es pasajero, tienen la firma convicción de que esa experiencia resulta  irreversible, indesgastable y eterna.

 

La feniletilamina y su efecto antidepresivo

Aparte de la serotonina, la oxitocina y la dopamina, el cerebro libera otra sustancia en estado de enamoramiento, la feniletilamina. Uno de los investigadores que más profundamente ha estudiado la química del amor ha sido Michael Liebowitz que opina que la feniletilamina (PEA) actúa sobre el sistema límbico y provoca las sensaciones y sentimientos comunes en el enamoramiento. Una pequeña modificación química puede hacer que se transforme en un estimulante (anfetamina y metilfenidato) o un antidepresivo (bupropión y la venlafaxina). Es decir la feniletilamina funciona de modo similar a una anfetamina, provoca la sensación de energía, fortaleza y optimismo.

Michael Liebowitz cree también que los que experimentan el amor se parecen en cierto modo a los adictos a las drogas, en los que la intensidad de la emoción se va perdiendo mientras el organismo se va habituando a la sustancia que la provoca.

Este investigador afirma que la excitación orgánica del enamorado puede ser encendida tanto por el placer como por el dolor, tanto por la felicidad de la presencia del ser amado como por el miedo a su pérdida.

 

El laboratorio del amor. Los neurotransmisores

Los neurotransmisores funcionan en el cerebro como anfetaminas:

  • Norepinefrina
  • Dopamina
  • Oxitocina
  • Feniletilamina (PEA)

Las endorfinas son responsables del profundo apego que produce sensación de tranquilidad y seguridad

La testosterona es la sustancia responsable de la respuesta sexual

La feniletilamina (PEA) provoca euforia y atolondramiento, aunque el organismo lo acaba tolerando y sus efectos se desvanecen

La pérdida potencial o real del amor tiene efectos similares al síndrome de abstinencia.

Todavía suceden más cambios en el laboratorio cerebral de la persona enamorada. La adrenalina y la noradrenalina juegan un papel importante en el enamoramiento al igual que lo hacen en otros procesos emocionales fuertes como el miedo o la ira. Su efecto se nota mucho. Las reacciones corporales más evidentes para el propio individuo se deben precisamente a la adrenalina y la noradrenalina. Así, el aumento de la frecuencia cardíaca, la respiración agitada, la tensión muscular, la sudoración, la falta de ganas de comer y dormir y por supuesto las reacciones orgánicas propias del deseo sexual como la lubricación de la vagina o la erección, en presencia de la persona amada sucede por estas sustancias. La química del deseo sexual está protagonizada como ya hemos mencionado por la testosterona. La testosterona la producen los varones y en menor medida las mujeres. Junto a la testosterona intervienen igualmente la dopamina, que actúa como estimulante de los centros de excitación sexual cerebral y la serotonina que actúa como inhibidor.

 

El bienestar y la endorfina

Finalmente el bienestar general y la sensación de plenitud y de alegría propios del estado amoroso se deben a la acción de las endorfinas, unos compuestos que aumentan en el organismo después de practicar deporte, bailar o realizar otra actividad placentera.

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